domingo, 15 de septiembre de 2013

Ay Pan Casero



Reseñas y críticas


TRIBUTO
Viaje mental a Cabo Polonio
Pasaron 35 años pero no necesita esforzarse para recordar ese cartel que vislumbró desde el auto: `Bienvenido a Cabo Polonio, entrada con Benicio Pereyra, la tradición del Cabo` `¿Y eso qué es?`, preguntó Maricruz a su cuñada.
Mariel Varela


`Hay que andar no sé cuántos kilómetros y se entra en carro, no podemos ir. Hay un pequeño pueblo de pescadores y un faro`. La chilena se obsesionó por volver y lo logró. Se tomó un ómnibus de la Onda con su hija de 6 años, se bajaron en Aguas Dulces y caminaron por la costa hasta el Cabo. Se topó con el olor a sal y el aullido de los lobos. Se enamoró del paisaje y plantó bandera. Generó un vínculo fraterno con los lugareños. Ahí estaba la `Chela`, que vendía pan casero y abría las puertas de su rancho para cantar, bailar, jugar a la conga y tejer. Maricruz Díaz escribió un unipersonal mientras hacía el duelo de esa mujer de 76 años "con un cuerpo gastado" que llevó una vida dura y digna de contar.


Treinta años atrás el Cabo no era ni sombra de lo que conocemos hoy. No había almacenes, farmacias, boliches ni transporte. Era un desierto. No se pensaba en hacer del turismo una fuente de ingresos ni en alquilar los ranchos a extranjeros. Se vivía de la pesca, la zafra lobera y la recolección de papas. Las vacaciones implicaban playa, contacto con la naturaleza y descanso. Pero a Maricruz no le bastaba con la arena y el mar. "Me interesaba mucho el paisaje humano". Así que apenas caía el sol se escapaba junto a Gabriel, su pareja, a encontrarse con los pescadores que reparaban las redes en la orilla. Maricruz y Gabriel tocaban la guitarra y cantaban. A cambio los invitaban con pescado frito. Toda esa generación que tan bien los recibió y "funcionan con sobrenombres" fueron dejando este mundo en este último tramo. Hace un par de años falleció el `Zorro`, en enero murió el `Rubio` Pereyra, capataz y autoridad originaria del Cabo, y el 20 de noviembre pasado se fue la Chela. Maricruz había generado un vínculo especial con ella, entonces usó esa cantidad de emociones, recuerdos, vivencias, anécdotas y las trasladó a un papel. Escribió una catarata de texto en sólo dos tardes en la playa (12 y 13 de marzo) "porque necesitaba echar afuera un montón de emociones. Mi duelo de este año fue este trabajo. De repente los demás estaban llorando y yo estaba soñando y escuchando la voz de la Chela", cuenta.


Ese aluvión de información que invadió la mente de Maricruz como un "bullicio" durante esas horas en la playa derivó en una obra de teatro titulada La niña de madera de aquel Polonio, pero pudo haber sido "un cuento o una canción". Armó el esqueleto en la arena y rellenó los casilleros de a uno con subtítulos: "La doña (presentación de la Chela), la pesca, la zafra lobera, la escuela, la carencia del Estado como concepto, ya que la única persona que se visualizaba como el Estado era la maestra; la falta de medicina, de transporte".


Las palabras brotaron desde sus entrañas sin mucho esfuerzo mental y calando en lo físico. Las imágenes caían solas porque Maricruz venía acumulando mucha angustia y nostalgia desde aquellas visitas a la Chela en el CTI de Rocha. "De alguna manera te estaba gritando que la sacaras de ahí. En ese momento sentí que algo iba a hacer con esa emoción y con esa impotencia de ver a una persona tan vital atada a una cama de CTI en una situación de indefensión total. Daban ganas de agarrarla y llevársela al rancho". A través de la Chela homenajeó a una generación entera y un pueblo que mutó: "Para mí ella sintetizaba la historia de un Cabo Polonio que ya no existe, de un montón de formas de comunicación y convivencia que se van perdiendo en la medida que se transforma en un balneario glamoroso". Este unipersonal le permitió recuperar su vocación de actriz y volvió a interpretar un personaje después de 20 años: "Cuatro hijos postergan muchas cosas que te apasionan pero por suerte te queda un resto".


Que fluya. Maricruz y Fabio Zidan se conocieron en diciembre en un taller de teatro que dictaba Fernando Toja. Hubo una cuestión de piel entre ellos, "fue automático". La última jornada caminaron juntos unas cuadras y salió el tema de Cabo Polonio. Él le contó que iba todos los años y Maricruz lo invitó a su rancho. En marzo apareció en compañía de otro amigo. "Llegó con su acolchado y me dijo, `por las dudas, si no nos llevamos bien tengo otro lugar adonde ir`. Se quedó una semana". Maricruz había transcripto el guión a la computadora antes de que llegaran los invitados y estaba "chocha" así que los juntó a todos y lo leyó por primera vez. Fabio lo escuchó como un texto más: "No pensé que pudiera dirigir eso. Me pareció que tenía mucho vuelo pero era demasiado largo, casi una hora y media de lectura y a mí las cosas largas no me gustan", recuerda quien después de algún tire y afloje aceptó llevar el timón del espectáculo.


Fabio no tuvo el sí fácil. Dudó en aceptar. Era su tercer trabajo como director y no sabía con qué se iba a topar: "Maricruz no es egresada de ninguna escuela de actuación y yo soy muy puntilloso con el tema de la dicción, la acentuación, la proyección, el cambio de clima, de estado. No sabía qué iba a pasar, pero sí sabía que iba a ser un trabajo interesante, difícil y de mucho tiempo". Su aceptación fue con cuentagotas. Primero asumió la responsabilidad de montar la obra sin saber si rendía el equipo. Se comprometió a trabajar esos seis meses, dejar el espectáculo pronto pero siempre con la puerta abierta a poder abandonar el proyecto. Un mes antes decidió que asumía la dirección. "Me interesaba trabajar con alguien que no conocía, me encanta volver al punto cero en los montajes. Y me parecía que a través de la Chela íbamos a poder hablar de mujeres que son ejemplos, era un puntapié par hablar de un ideal", resalta el director. Fabio tiende a buscar los puntos de contacto que tiene la trama de la obra con la historia personal de cada uno. Por ahí también le cerró bastante: "Mi mamá falleció y tenía características similares a la Chela y al igual que ella también se llamaba Celia. Eso es increíble".





Resultó que Fabio logró canalizar en su favor esa suerte de `virginidad` de Maricruz en el escenario. "En el período que estuve de vacaciones en su casa empecé a observarla sin que ella supiera si haríamos el trabajo o no: cómo cocina, cómo lava la losa, cómo se integra, cómo se mueve en Cabo Polonio, cómo canta sola, cómo canta con Gabriel, si baila, si no baila, si usa las chanclas... Fue un proceso interno mío de creación que el actor no tiene por qué saberlo". Y volcó toda esa información que le brindó el día a día con Maricruz en el proceso de búsqueda: "Le exigía determinada cosa porque la había visto antes y sabía que ella lo tenía".


La actriz llegó al estado de agobio durante la preparación de esta obra. Fabio sabía que eso ocurriría porque "ese límite de cansancio" es parte del camino para arribar a buen puerto en un monólogo. Maricruz estuvo a punto de abandonar y el director lo percibió. "En eso tengo olfato y es como manejar un caballo, le apretás las riendas o se las aflojás, lo vas manejando en el proceso, la apretás y cuando se ahoga parás. Es lo mismo que galopar". La actriz confirma lo que el director intuía: "Estuve a punto de dejar cuatro veces por lo menos porque la situación me tenía muy cansada. No dormía, soñaba escenas que nunca habían existido y me levantaba angustiada, cansada. Hiciera lo que hiciera las palabras se me cruzaban. Parecía que no llegaba, fue un momento muy intenso".


Aquel Polonio. La gran similitud con la realidad no es mera coincidencia. Hacía varios años que Maricruz y esos viejos amigos querían dejar testimonio escrito de sus vivencias en el Cabo. Varias veces se planteó la idea de hacer un relato de las anécdotas como madres, donde la Chela cumplía un rol esencial para salir del paso porque era "la experiencia, el saber popular" en un lugar donde no había luz, agua, farmacia ni médicos. Pero nunca nadie se había decidido a registrar esos datos, había quedado en "promesas de verano" incumplidas. Maricruz tomó la posta: "Cuando vi este impacto de que la Chela moría y que con ella se iban un montón de cosas dije, `algo voy a hacer` y me senté a escribir". No sabía que luego se convertiría en una obra teatral pero estaba segura de que todo salía de su cuerpo y alma.


La receta del pan de la Chela no podía faltar, es más, la repite dos veces durante el monólogo para que quede grabada: `un kilo de harina, dos cucharadas de levadura y se revuelve en seco. Una taza de agua tibia, dos cucharadas de azúcar, otra taza de agua tibia y una pizca de sal`. Se trata de la receta verdadera: Maricruz aprendió a hacerla un verano en que la Chela sufrió una infección en las piernas, no podía pararse y pasó el mes de vacaciones haciendo las mezclas y amasando el pan, con la ayuda del `Nene` y la Bea. "Si no vendía pan se quedaba sin dinero para vivir el resto del invierno".


La Chela se convirtió en un personaje bíblico por ser quien les daba "ese beneficio impagable" en un lugar donde no había nada: "Podía faltarte todo, menos el pan". Pero además su rancho era el punto de encuentro para tejer lazos entre los lugareños. Es más, fue en ese lugar que se tramitó la construcción del primer rancho que Maricruz y Gabriel tuvieron en el Cabo. `¿Ustedes no tienen ni un peso? Yo les hago un rancho`, les dijo el hermano de la Chela un verano hace 31 años. `Yo vendí una moto`, contestó Gabriel. `Con esa plata te hago un rancho`. Y cumplió: lo hizo con bloques, chapas y la madera que traía el mar. Entonces empezaron a ir todos los años. "Éramos los locos, íbamos con niños, bebés cuando no iba nadie. No había transporte. Un camión te llevaba de Castillos a Valizas, ahí conseguías un carrocero que podías esperarlo medio día, pasabas otro medio día en el carro y le dejabas avisado que te fuera a buscar al mes. Una vez el tipo se olvidó y tuvimos que volver a abrir el rancho que estaba sellado, conseguir algo para comer y al día siguiente se acordó".


¡Salud! El lugar elegido para desarrollar La niña de madera de aquel Polonio no fue al azar. Precisaban recrear esa atmósfera característica de Rocha y La Restinga les venía bárbaro. Además, la condición principal era que hubiera un acceso en barco. Y este hermoso lugar cerquita del Faro de Punta Carretas cumplía con los requisitos. A Fabio se le ocurrió una vuelta de tuerca interesante y fue el paseo en lancha antes de la función, siempre y cuando las condiciones climáticas acompañen. Esta elección responde a una "cuestión sensorial" y pretende que se genere un intercambio entre los espectadores, ayudado por la copita de vino con que se los invita a la entrada. "La sensación es que están en el rancho. Ya cuando entran a la obra hay un colectivo de estímulos sensoriales: la cocina, el pan. Se rompe el esquema teatral. Nadie se va sin darme un beso y un abrazo", asegura la actriz. No hay escenario, se ingresa a la cocina de una casa que emula la estética del Cabo. Es más, la mesa, el candelabro y los cajones que integran esta escenografía los trajo Maricruz de su rancho. El único elemento que Gabriel le prohibió sacar de su casa fue el Cristo que la Chela les regaló años atrás porque estaba cansada de que la mirara sin parar. "Lo dibujé porque Gabriel no me lo dejó traer, es el guardián de nuestra casa, no se anima a dejar el rancho sin el Cristo".


Desde La Restinga se oye el ruido del mar, los pájaros, los gatos y gallos que andan en la vuelta. El espectador logra trasladarse al hábitat rochense por un ratito. Entonces ingresa Maricruz por la puerta y se pone en la piel del mascarón que cumple el rol de disparador para que la señora dé la información sobre aquel Polonio.


Maricruz termina cada función con lágrimas en los ojos. Observa las caras de los espectadores y percibe emociones, lee pensamientos. El jueves 30 de noviembre había alerta naranja y estaba previsto un temporal. La actriz se sorprendió al ver que había cinco personas a pesar de la advertencia meteorológica. Entonces se detuvo a mirar mejor a quienes tenía enfrente. Se percató de que no era la única que lloraba. "Me llamaba la atención que si era un espectador común estuviera ahí sentadito sin decir nada. Me acerqué a preguntarle, vi que lloraba, le miré los ojos y recién ahí lo reconocí. Fue impactante". La persona de quien habla se llama Roberto Nogueira, pero la Chela lo había bautizado como Ruperto Ventura. Maricruz nunca supo el verdadero nombre hasta esa noche en La Restinga cuando empezó a atar cabos. Roberto le decía que le enviado un mensaje por Facebook y ella no recordaba. Es que le había escrito con su seudónimo (Rudesindo Correa) y "si no lo reconocí en vivo, imaginate en una foto. Pasaron muchos años porque él vendió su rancho". Este señor había ido con su hija y al finalizar la función se quedó de charla con Maricruz, Gabriel y otras dos señoras que también añoraban aquel Polonio. Tomaron vino, miraron el álbum de fotos que la actriz usa en escena, recordaron anécdotas y personajes, se pusieron al día, pse rieron, tomaron vino, brindaron y comieron pan casero en honor a la Chela.


Al cabo, la Chela

07 NOVIEMBRE 2013

ESCRITO POR: FABIO GUERRA

Entre ecos del reciente festival internacional de teatro comunitario, una actriz pionera en el género continúa ofreciéndonos a una habitante del Cabo Polonio. Maricruz Díaz, chilena largamente “uruguayizada”, es actriz, cantante, pintora y ceramista que recrea, unipersonal mediante,* el brillo elemental de María Celia Calimaris, “la Chela” del Cabo. Amiga que le enseñó a elaborar el pan que amasa y comparte, receta incluida, en escena.Con Maricruz Díaz

—¿Síntesis de tu experiencia en teatro?

—La primera etapa, años 82, 83, estuvo marcada por el teatro barrial con el que, además de hacer espectáculos, formábamos gente. Estimulados por Pedro Pablo Naranjo, un colombiano que vivió años acá y trajo la cultura del teatro comunitario, en momentos en que nadie hablaba de eso. Y la escuela era orientada por docentes muy buenos.

—¿Había una escuela?

—Sí, funcionaba en la institución Cristo Rey. Allí tuvimos, entre otras figuras, a Ernesto Laíño, Alicia Ramos, Mariana Percovich. En esa institución, que estaba en General Flores y Comercio, también nació el Serpaj. Esa primera etapa fue de mucho trabajo de base, para romper el aislamiento generado por la dictadura. Yo vivía en Peñarol y tenía ahí un grupo de referencia, además de asistir a la escuela. En la segunda etapa conocí a Gabriel (Valente), con el que tuvimos tres hijos, y yo ya tenía una hija. Cuando nació el tercero dejamos de actuar, ambos, para dedicarnos a criarlos.

—¿Dónde conociste a Gabriel?

—Cantando, siempre canté. Él era alumno del Choncho Lazaroff y yo de Rubén Olivera, fuimos de los primeros alumnos del Taller Uruguayo de Música Popular. Entonces vivíamos trabajando para los hijos, y el único lugar donde nos expresábamos artísticamente era en el rancho de la Chela, en Cabo Polonio.

—¿Por qué en el Cabo?

—Tenemos un rancho allí, gracias a los amigos. El primer año que fuimos a veranear alquilamos, y todos los días cantábamos para los pescadores, además de participar en las guitarreadas eternas, con músicos de todas partes, que se armaban en lo de la Chela. “Ustedes no son visita, son nuestros, tienen que tener casa acá”, decían. Un día Gabriel vendió una moto y con esa plata, más la solidaridad de ellos, accedimos al ranchito. Durante esas guitarreadas la Chela vendía pan, pastafrola, caña, vino, eran ingresos importantes para ella.

—¿Qué hacía?

—Sola y con hijos, vivía de hacer pan, tejer prendas, reparar redes, lo que fuera. En invierno hacía comidas para los peones de la zafra lobera.

—¿Cuál de sus facetas te decidió a escenificarla?

—Todas, fue una madre para mí. Yo también soy de cuna humilde, y me sentía muy cómoda con ella, con los pescadores, con esa comunidad que era el Cabo antes de que el turismo y el tiempo lo modificaran. Su casa, siempre abierta, era el lugar donde podías resolver desde un problema con un hijo chico, hasta cantar y bailar.

—¿Cómo construiste el personaje?

—Trabajando lo corporal como etapa pre-expresiva, según aprendí en un taller con Fernando Toja y Julia Varley, del Odín Teatro, e incorporando elementos de mi práctica de yoga y de mi pasión, obsesión te diría, por los mascarones de proa. El mascarón, una forma femenina, le da la identidad al barco. Ese pecho femenino es el parteaguas, el que taja las olas –significado de la palabra tajamar– y ahuyenta los malos espíritus. Identifica, también, la personalidad del capitán.

—¿Cómo vinculás el mascarón con el personaje?

—A determinada altura del proceso de improvisación le pedí a Gabriel que me filmara, y comencé a jugar con los brazos en posiciones de yoga. De pronto me encorvé y comencé a llamar a los patos: “marreco, marreco, marreco”; el llamado que escuchábamos todos cuando pasábamos por la casa de la Chela. Me di cuenta que estaba asomando y que tenía dos personajes, ella y el mascarón. El resto lo hizo la inteligencia del director, Fabio Zidán, para descartar lo accesorio y conservar lo esencial. Él leyó el texto que escribí en dos jornadas sola en la playa, y me propuso dirigirme. Está por cumplirse un año de la muerte de la Chela; yo la había dibujado y pintado muchas veces, y cuando fui a verla al centro de tratamiento intensivo tuve la certeza de que algo iba a hacer con esa enorme pérdida. Hice esto, encarnarla.

—Pasaste de secretaria a desempleada en forma abrupta; ¿qué papel jugó el arte en esa adaptación?

—En Chile sólo dibujaba, pero desde que llegué a Uruguay comencé a pintar. Las chances de desarrollo artístico me las dio este país; allá, si nacés en una familia de pocos recursos, es imposible. Todo pasa por la universidad, y la universidad cuesta caro. Por supuesto que existe una cultura popular, de la que Violeta Parra es luminosa representante, pero la formación artística e intelectual está reservada a quienes pueden financiarla. Yo aquí cursé siete años de Facultad de Bellas Artes, algo impensable allá.

—Nuestra Universidad es gratuita.

—Pero además tenés talleres de lo que busques; con un poco de voluntad, está todo al alcance de la mano.

—La receta que das, del rico pan que amasás en escena, ¿es genuina?

—Claro, aprendí a hacerlo por solidaridad con la Chela. Un verano se agarró una infección brutal y no podía trabajar. Con otros dos amigos, la Bea y el Nene, nos distribuimos las tareas. Yo hacía la pasta y amasaba, la Bea acarreaba ingredientes y vendía, y el Nene picaba leña. Había que hornear 138 panes diarios; aun siendo tres, nunca llegamos a esa cifra.


* La niña de madera de aquel Polonio. Unipersonal de Maricruz Díaz, escenografía y vestuario Iván Arroqui/Tatúteatro, iluminación Claudia Tancredi/Tatúteatro, dirección Fabio Zidán, fotografía y video Mauro Valente y Philo Posproducción, diseño Philo Posproducción, producción Tatúteatro. Club de pesca La Restinga, Faro de Punta Carretas, todos los jueves de noviembre a las 20 horas (opción de paseo previo en embarcación).


LA OBRA SE ESTÁ DANDO JUNTO AL FARO DE PUNTA CARRETAS

"La Chela" y "El Polonio" llegaron a las tablas


El espectáculo "La niña de madera de aquel Polonio", con actuación de Maricruz Díaz, tiene lugar en un sitio bien fuera del circuito teatral: el Club de Pesca La Restinga, junto al faro de Punta Carretas.





La obra se ambienta en el Cabo Polonio, y centra su atención en un personaje ya fallecido, "La Chela", un ser entrañable a quien los artistas implicados en el mismo rinden a la vez homenaje. Con escenografía y vestuario de Iván Arroqui (asiduo visitante del Cabo Polonio desde mucho tiempo atrás), el montaje plantea el fantástico encuentro de un mascarón de proa con la muerte, en el legendario rancho donde se vende pan casero como telón de fondo.

Y el encuentro sirve de excusa para rescatar historias del singular pueblo de pescadores. Sus trabajos, su modo de adaptarse a una vida difícil y solitaria, las preocupaciones por los cambios que transformaron el lugar en un balneario de moda, todo promete salir a escena.

El oficio de la dueña de casa la conecta íntimamente con la gente que busca su afecto con la excusa del pan, sostiene la producción del espectáculo, que cuenta con luces de Claudia Tancredi. La obra se presenta todos los jueves a las 20 horas, y el ingreso vale $ 200. Las reservas se pueden hacer al cel. 099 708393, y curiosamente hay un acceso opcional en barco desde las 19:30 horas.


El viernes 25 hubo buen espectáculo, “La Niña de Madera de Aquel Polonio”. Con una actuación descollante de una artista chilena: Mary Cruz. Participamos a distancia…compartiendo un Pan Casero…que se nos obsequio, de los que distribuyeron. Los comentarios favorables, perduraron.

Comentarios en los foros

Qué lindo ver cómo se van realizando nuevos sueños. Cuando nos asaltan personajes que han transitado por nuestras vidas y que nuestra memoria va transformando. El texto que conozco es un testimonio sobre una persona alma de un lugar, lugar que está en peligro. Antes era tierra mar y lobos y ahora...plástico, negocio, sed...? Un testimonio para advertir y dejar que nuestras manos cuiden y acaricien lo que se nos ofrece de manera pasajera, para que otros, prolongación de nosotros mismos puedan comtemplar, vivirlo y seguir siendo guardianes de este nuestro planeta tan mal tratado.
PEDRO PABLO NARANJO




Chela

Tu pan es el mimo secreto
el agua que ablanda la salitre

Tu pan es lo tierno
que vos no podés ser

VICTORIA ESTOL



Hermanos en Chela, ha sido un año largo este, de emociones trabajando en este homenaje, lo entrego con todo el amor y la nostalgia y la alegría de haber compartido junto a todos ustedes a esa madre maravillosa que nos cobijó en su cocina, nos alimentó con la misma fuerza que el viento del Polonio. Estuve llena de imágenes y voces y dolor poniendo el esfuerzo de lograr una semblanza no un documental. No van a ver a la chela en escena, no era la idea, pero sé bien que van a recordar y podrán revivir alguna anécdota. Ojal{a pudiéramos juntar esas anécdotas y hacer un homenaje colectivo, ella sintetiza nuestro amor por un lugar que nos ha marcado la vida a todos. Los invito a compartir esta memoria.  MARICRUZ DIAZ

Videos del proceso de creación y de puesta en escena

En construcción

sábado, 14 de septiembre de 2013

Fotos de la obra 2013

Antes del estreno, fotos de Mauro:




En Carmelo fotos de Ale:







En el CCE: 









La Niña de Madera de Aquel Polonio ESTRENO

La Niña de Madera de Aquel Polonio


A la memoria de "La Chela"



El fantástico encuentro de un mascarón de proa con la muerte en el rancho donde se vende pan casero, sirve de excusa para rescatar historias de un pueblo de pescadores. Sus trabajos, su modo de adaptarse a una  vida fiera y solitaria, sus preocupaciones por los cambios que transformaron el lugar en un balneario de moda.
El oficio de la dueña de casa la conecta íntimamente con la gente que busca su afecto con la excusa del pan.
"Vayan pasando..." Así decía...


Actuación: Maricruz Díaz
Escenografía y Vestuario: Iván Arroqui / Tatuteatro
Iluminación: Claudia Tancredi / Tatuteatro
Diseño Gráfico: Philo Posproducción
Fotografía y Video: Mauro Valente y Philo Postproducción
Acceso por agua: Turnapes
Producción: Tatuteatro
Dirección y Puesta en Escena: Fabio Zidán


Reservas SMS al 099708393
Bono Colaboración $ 200


Agradecimientos: Bibi y Aníbal, Marta y Héctor, Fernando Quevedo, Fede, Kalima Boliche y a todos los amigos que aportaron críticas y aliento.
Fabio Zidan también dedica este espectáculo a la memoria del Director cubano Lic. Ramiro Herrero Beaton.


Todos los jueves a las 20 hs desde el 26 de setiembre 2013
Acceso opcional en barco desde las 19:30
Club de Pesca La Restinga Faro de Punta Carretas


Omnibus que van a la Terminal de Punta Carretas


17 Casabó
76 Villa del Cerro
117 Ciudad Vieja - Plaza Independencia
121 Ciudad Vieja
174 Complejo América - Aviación civil (por Lezica o Saint Bois)
191 Ciudadela (Por Av. Uruguay)
199 Cementerio del Norte
329 Melilla
582 Peñarol
D1 Zonamérica


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